Vidas melódicas, un ejemplo de superación personal

Desde el año 2006, que fue cuando iniciamos este blog, he escrito casi 475 entradas que deberían ser bagaje suficiente para que la entrada que hoy toca (la 476) no fuera especialmente costosa, pero no va a ser así porque lo que hoy me he propuesto escribir (si lo consigo) promete ser la entrada más difícil de todas ya que la temática de la misma me toca en primera persona, por lo que pido perdón de antemano por si lo que escribo termina siendo un muermo o no tiene trascendencia para quien esté leyendo esto.

Desde que empecé a hablar (allá por los 3 añitos) tengo una peculiaridad en mi habla, tartamudeo, y aunque esta «característica» no me ha impedido desarrollarme personal y profesionalmente (soy profesor), en ocasiones la incomprensión por parte de los demás me ha producido daño, aunque gracias a Dios a día de hoy ya estamos curados de espantos.

Este fin de semana me invitaron a acudir al estreno de Vidas Melódicas, una obra de teatro donde se pretende retratar la vida de una persona que tartamudea desde la más tierna infancia hasta la vejez, pasando por todos los momentos más importantes de la misma. Cuenta la vida de Ramón Navarro, un anciano tartamudo que recrimina a su nieto por su tartamudez, lo que desencadena la visita de “El espíritu de la tartamudez”, que le obliga a recorrer un viaje por sus dolorosos recuerdos (las referencias a “Cuento de navidad” de Charles Dickens son evidentes) para que se arrepienta y corrija su actitud. En ese viaje, se denuncia el rechazo de la sociedad hacia las personas que tartamudean, pero, al mismo tiempo, las trabas que muchas de éstas se autoimponen por no enfrentarse a sus miedos.

Desconozco en cuantas obras de teatro la tartamudez ha sido objeto de análisis, no creo que en muchas, pero lo que hace a esta obra especial es que la mitad de los actores son tartamudos que no han tenido experiencias previas con el teatro, y que han sido capaces de superar no sólo el miedo escénico que cualquiera tendría al actuar ante un auditorio lleno, sino la parálisis que en muchas ocasiones aparece cuando una persona que tartamudea tiene que hablar en público al sentirse rechazada socialmente por tener unas características peculiares al hablar (bloqueos y repetición de sílabas).

Y el resultado final ha sido fantástico, los componentes de Vidas Melódicas han demostrado como se puede hacer una obra de teatro de enorme calidad y sentimiento, a pesar de que la mitad de los actores tartamudeen. Han demostrado también como la tartamudez puede ser simplemente una peculiaridad del lenguaje que no te limite para comunicarte con los demás aunque desde ciertos sectores de la sociedad digan lo contrario.

Pero sobre todo han demostrado que la capacidad de superación del ser humano no tiene límites, que se puede buscar y encontrar la felicidad a pesar de las circunstancias adversas, que se puede derrotar al miedo mirándole de cara y que se puede ir por el camino que escojamos aunque los demás nos digan que no es el nuestro.

Este sábado en Barcelona me enseñaron (y aprendí) un poquito más a ser persona y mucho más de la vida. Agradezco a todos los componentes de Vidas Melódicas el rato tan inolvidable que me hicieron pasar (aunque me hicieran derramar alguna que otra lágrima) y admiro la valentía de todas las personas que participaron en la obra.

Termino esta entrada resaltando una frase que desde la Fundación Española de la Tartamudez han repetido en muchas ocasiones: la tartamudez no es un problema de no saber hablar, es un problema de saber escuchar.

Vivir a ciegas

Vía @juanmadiaz he conocido el blog vivir a ciegas (leer empezando por el final), en él una chica de 29 años, ciega desde que nació por culpa de unos problemas en su incubadora, nos narra su trayectoria profesional desde que en el año 2004 aprobó sus oposiciones de profesora de enseñanza secundaria, y lo más importante denuncia la injusticia a la que cree la están sometiendo porque se ha iniciado un expediente de incapacitación por su ceguera que puede conducir a que la obliguen a jubilarse a pesar de su juventud, su capacitación y sus ganas de trabajar. Ella lo que pide es que le ofrezcan a través de una comisión de servicio un destino donde el transporte al instituto no sea un problema ni tenga las limitaciones que tiene su centro actual debido a su problema.

Sólo conocemos una versión de la historia, no conocemos el punto de vista de la Administración, pero después de leer su historia no puedo evitar solidarizarme con una persona que lo único que pide es que la destinen a un centro donde pueda ejercitar su labor como profesora y que no la jubilen sin haber cumplido los 30 años, estoy seguro de que con un poco de buena voluntad por parte de los responsables pertinentes esto se puede conseguir.

Desde aquí os unvitamos a leer esta historia, animamos a la protagonista de la misma a que siga adelante y le deseamos la mayor de las suertes.