El avance informativo de la televisión anuncia la muerte de Augusto Pinochet y no puedes evitar que te invada una sensación agridulce, pues la alegrÃa ante la desaparición de unos de los personajes más odiosos del siglo XX queda empañada por la impunidad con la que abandonó este mundo, muriendo -al igual que el asesino Franco del que se sentÃa discÃpulo â?? no en la celda de la prisión que le correspondÃa sino en la cama.
Y sin darte cuenta, retrocedes a una ya lejana adolescencia, otoño de 1974, en un pueblo mal urbanizado del cinturón industrial barcelonés, preñado de andaluces y extremeños, hasta que aparecen los rostros cobrizos de Gustavo y Ezequiel, estudiantes de Medicina y Derecho, activos militantes a favor del gobierno de Unidad Popular de Salvador Allende, uno en el Movimiento de Izquierda Revolucionaria, otro en el Partido Comunista Chileno; que han visto truncadas sus carreras universitarias para convertirse en bisoños peones de la metalúrgica en la que trabaja mi hermano mayor, recién llegados con lo puesto tras huir de un paÃs sombrÃo y militarizado, conociendo el ya trágico destino de unos pocos compañeros pero ignorando la situación de tantos familiares y amigos detenidos, desaparecidos o , al igual que ellos, arrojados a cualquier rincón del planeta en la inesperada diáspora.
Y cerrando los ojos surge la olvidada habitación del piso suburbial en la que, a media voz que a veces se convierte en susurro, unos LPs de vinilo nos recuerdan como era la calle mojada recorrida por Amanda camino de la fábrica (y nos indignamos por el destino de Victor Jara y de tantos â??victor jarasâ? anónimos â?? tragedia, calvario y muerte â?? en el Estadio Nacional) o que â??el pueblo unido jamás será vencidoâ?, pese a que su camino esté alfombrado de derrotas, mientras coreamos a Quilapayún o nos envuelve la cálida voz de Pablo Milanés para hacernos pisar nuevamente las calles de Santiago ensangrentada y puede que retornen los libros y las canciones que quemaron las manos asesinas, pero la ensoñación se cierra y ya sabes que el pueblo renacido de sus ruinas no hará pagar sus culpas a los traidores.
Y entonces caes en que todo ocurrió un 11 de Septiembre y que esa fecha existÃa antes de que se apropiaran de ella los estadounidenses. Y que en aquel 11-S hubo terrorismo, asesinatos y un pueblo entero encarcelado por una minorÃa. Y a la cabeza de los verdugos, como ideólogo, patrocinador e impulsor estuvo el gobierno de Washington controlando a los matones disfrazados de Junta Militar,- jaleados por el conservadurismo más rancio-, aplicando a sangre y fuego la receta de â??Sudamérica patio trasero del Imperioâ?.
Y allà estaba Kissinger para respaldar que no se podÃa dejar a un pueblo convertirse en â??comunistaâ? por los votos aunque para ello debiera utilizarse la fuerza, para actualizar el añejo dicho se le aplicaba al nicaragüense Somoza y a cualquier dictador dispuesto a seguir sin pestañear las órdenes de la CIA; â??es un hijo de puta, pero es nuestro hijo de putaâ?.
Aunque se silbase mirando para otro sitio, no queriendo escuchar los gritos desgarrados de los torturados, ni oler el sadismo de los torturadores pues necesitaban crear ,como experimento de laboratorio polÃtico, un paÃs quebrado y asustado en el que aplicar las alucinadas recetas económicas de la escuela de Chicago, más tarde popularizadas con el nombre de â??Neoliberalismoâ?.
Y se potenció el mismo modelo por todo el cono Sur, campando a sus anchas los perros sin collares, una vez que el amo estadounidense les habÃa soltado la cadena, por Brasil, Paraguay â?? veterana y adelantada-, Uruguay o Argentina en una multinacional del crimen de estado ideado desde la Casa Blanca, el Pentágono, con clases teórico â??prácticas en la escuela militar de Las Américas de Panamá, que se llamó â??Operación Condorâ?. Y aunque nos estremezca el â??tango de las madres locasâ?? de Carlos Cano o nos ponga la piel de gallina la â??Primavera para una esquina rotaâ?? de Benedetti, no podemos dejar de pensar que esas décadas trajeron , junto a la honestidad de Liber Seregni, militar demócrata uruguayo, prefiriendo la cárcel al golpismo o la osadÃa que da la desesperanza de las Madres de la plaza de Mayo, decenas de miles de muertos, centenares de miles de exiliados, millones de vidas rotas y un subcontinente arrasado para que los mismos de siempre, a veces hasta obsequiados con las visitas del Papa viajero, mantuvieran su estructura de poder.
Y todo ello comenzó en buena parte un 11 â??S. Y ese año de 1973 lleva en la fecha, una carga de dolor y desesperanza infinitamente mayor que las atrocidades posteriormente ocurridas en Nueva York, por lo que no se merece el olvido y la postergación a la que hoy se ve sometido.
Ni que caigamos en el juego del â??Muerto el perro se acabó la rabiaâ? cuando siguen mandando quienes se beneficiaron de las tiranÃas, que por no pedir, ni pidieron un simple perdón, limitándose a cumplir la orden del mentor: Otra vez toca jugar a la democracia formalâ? e intentar hacer creer que habÃan cambiado para que nada cambiase.
Y mientras el locutor desgrana datos sobre la vida sin milagros del fallecido, intento homenajear el asidero de la memoria, la fuerza que hizo posible seguir viviendo a los prisioneros de los campos de concentración nazis cuando se impusieron la tarea de recordar lo que pasaron y recordárselo a otros, pues el triunfo máximo del Fascismo es la ausencia de recuerdos, el olvido consciente de las vÃctimas. Por ello, lleno una copa de fino â??el Patoâ? y disfruto masticando el poema de Mario:
Vamos a festejarlo
vengan todos
los inocentes
los damnificados
los que gritan de noche
los que sufren de dÃa
los que sufren el cuerpo
los que alojan fantasmas
los que pisan descalzos
los que blasfeman y arden
los pobres congelados
los que quieren a alguien
los que nunca se olvidan
vamos a festejarlo
vengan todos
el crápula se ha muerto
se acabó el alma negra
el ladrón
el cochino
se acabó para siempre
hurra
que vengan todos
vamos a festejarlo
a no decir
la muerte
siempre lo borra todo
todo lo purifica
cualquier dÃa
la muerte
no borra nada
quedan
siempre las cicatrices
hurra
murió el cretino
vamos a festejarlo
a no llorar de vicio
que lloren sus iguales
y se traguen sus lágrimas
se acabó el monstruo prócer
se acabó para siempre
vamos a festejarlo
a no ponernos tibios
a no creer que éste
es un muerto cualquiera
vamos a festejarlo
a no volvernos flojos
a no olvidar que éste
es un muerto cualquiera
vamos a festejarlo
a no volvernos flojos
a no olvidar que éste
es un muerto de mierda.
Juan Rivera.