Las primeras vÃctimas de los numerosos conflictos armados que se extienden a lo largo y ancho del planeta son los niños y las niñas: son heridos, sufren la pérdida de familiares, la destrucción de sus casas, son más vulnerables a enfermedades, se ven privados de su derecho a la educación e incluso, en muchas ocasiones, son utilizados como soldados. Se calcula que hay unos 300.000 en todo el mundo: son baratos, son obedientes, hacen de espÃas, de mensajeros, cocineros, porteadores, se les droga con todo tipo de sustancias para luchar con ferocidad en prÃmera lÃnea, son también sirvientes o esclavos sexuales… incluso son obligados a cometer atrocidades y abusos contra su propia familia o contra su comunidad.
Africa y Asia son los continentes donde la situación de estos niños y niñas soldados es más crÃtica, pero también se abusa de ellos en otros paÃses de América, Europa y Oriente Medio. La mayorÃa son reclutados a la fuerza, secuestrados en la calle, en el colegio o en campos de refugiados; otros se alistan como consecuencia de la guerra o la marginación.
Uno de los problemas más importantes que tal situación provoca es su difÃcil rehabilitación e integración social cuando abandonan el ejército: insensibilizados, profundamente traumatizados; en el caso de las niñas, además de la brutalidad y traumas derivados de las violaciones en sÃ, pueden sufrir lesiones fÃsicas graves, embarazos forzados, contagio del sida y otras enfermedades de transmisión sexual.
Una cuestión clave para entender un poco del transfondo de la situación de estos niños y niñas está directamente relacionado con el negocio y el tráfico de armas ligeras. La facilidad para conseguir este tipo de armamento y su sencillo manejo (¡hasta un niño podrÃa usarla! -y, quizás, especialmente indicadas para ellos…) hace que se conviertan sin mucha dificultad en eficientes combatientes.
Un ejemplo: el Kalashnikov, conocido como â??la máquina favorita para matarâ?, dispara 600 balas por minuto y de él se dice que será el arma más usada en los conflictos de los próximos veinte años debido a lo dificil que resulta controlar su producción y venta -con la llegada de la globalización, sus distintas piezas son fabricadas en, al menos, catorce paÃses, entre ellos Alemania, China, Corea del Norte, Egipto, Irak, Polonia y Rusia. Y entre los paÃses exportadores están Rusia, EE.UU., Italia, Alemania, Brasil y China.
El 26 de octubre de 2006 la mayorÃa de los gobiernos del planeta representados en Naciones Unidas dieron su aprobación al â??Tratado global sobre el comercio de armasâ?, con la declarada intención de poner asà los cimientos de un edificio legal que impida las transferencias internacionales de armas, esas que alimentan los conflictos, extienden la pobreza y ocasionan graves violaciones de los derechos humanos. En la votación, 139 paÃses votaron a favor; sólo Estados Unidos lo hizo en contra.
Está claro que este Tratado supone un resquicio de esperanza para dar salida a la dramática situación en que viven los niños y niñas soldado; pero sólo es un paso -aunque muy importante-, ya que las otras miserias que asolan sus vidas son el hambre, las enfermedades, la alta tasa de mortalidad, la falta de escolarización, los trabajos que tienen que realizar para ayudar a sus familias… Esos son los hilos que tejen sus vidas cotidianas, vidas a las que se les ha arrancado de un zarpazo el derecho -un derecho que deberÃa ser sagrado- a disfrutar de un periodo vital y formativo indispensable en la trayectoria de todo ser humano: la infancia.
MarÃa Sanjuán
[versión francesa] por Margarita Chamorro