Imagínate que tú, o que alguien a quien quieres enferma, ¿qué haces?, vas al médico y éste te receta un medicamento que cure o alivie tu enfermedad. Esta es la situación en un país como España, de los llamados «desarrollados».
Ahora imagínate la situación anterior pero con pequeño detalle: el medicamento que necesitas, aunque existe, es demasiado caro para que lo puedas adquirir y tienes que aguantarte con tu enfermedad, aunque eso implique que te tienes que morir. Esto es lo que pasa en muchos países, de los llamados «Tercer Mundo».
Para paliar esta situación (o al menos eso decían), el 14 de noviembre de 2001 los líderes mundiales firmaron la Declaración de Doha, que aunque tiene muchos aspectos negativos también tiene alguno positivo, como el hecho de anteponer la salud de las personas a los beneficios económicos. En resumen esto supone que los países en desarrollo pueden anteponer las garantías de salud pública a las reglas de propiedad intelectual de la Organización Mundial del Comercio (conocidas como ADPIC) con el fin de asegurar el acceso a medicamentos genéricos más baratos que curen y alivien las enfermedades sin tener que resignarse a sufrir o morirse sin más.
Sin embargo, el documento ‘Patentes contra pacientes: Cinco años después de la Declaración de Doha‘, hecho público por Oxfam Internacional, Intermón Oxfam en España, afirma que los países ricos hacen muy poco, o nada, para cumplir sus obligaciones. En algunos casos, debilitan de forma consciente el alcance de este acuerdo.
Hay muchas razones que explican esta situación, pero la más importante es que los países ricos, especialmente EEUU, acosan a los países empobrecidos para que acepten reglas más estrictas sobre propiedad intelectual, que permitan a las empresas farmacéuticas preservar sus monopolios. Esto reduce la competencia de los medicamentos genéricos y mantiene los precios muy altos.
Un dato concreto es que el 74% de las medicinas para combatir el sida está controlado por monopolios que impiden al 77% de los africanos enfermos acceder al tratamiento.
Concluyendo, si vives en país «tercermundista» y formas parte del 90% de la población que no tiene acceso a nada, si enfermas lo tienes complicado para acceder a un medicamento que te pueda curar (o aliviar), mientras si vives en un país «primermundista» (como España) tienen que poner anuncios por la tele para que no abuses de esos mismos medicamentos que tenemos almacenado en cajas en los armarios de nuestras casas.
Más información en la noticia de el periódico El Mundo.
Rafael del Castillo
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