Niños negros sonriendo, niños negros llorando, o jugando a la pelota. Mujeres negras gritando, violadores negros, saqueadores negros, ladrones, asesinos negros. Entre ruinas y cuerpos despezados, periodistas blancos, cámaras, todoterrenos de las miles de ONGs desplazadas a Haití recorren las calles y nos traen a casa la actualidad del país caribeño, “que, lamentablemente, no ha podido recuperarse aún del catastrófico terremoto sufrido un año antes…” los grandes coches de las ricas ONGs vuelven a pasar, levantando nubes de polvo que cubran a los negros muertos, y a los vivos.
Ha sido una catástrofe natural, ¿qué podemos hacer? Se preguntan nuestros compasivos gobiernos, las empresas y las ONGs…reconstruir el país, claro. Donemos entonces, hagamos una gran conferencia de donantes, pongamos en marcha la mayor obra humanitaria de la historia para ayudar a Haití a salir de su miseria endémica.
No será esta vez. Las donaciones no suelen ser más que contratos, con empresas occidentales, para realizar grandes obras, muchas sin sentido, o peor aún, para poder aprovechar la situación y explotar las pocas riquezas que puedan quedar en el país, por medio de proyectos centrados en la energía, los recursos naturales, o cualquier otro sector que sea rentable: técnicos occidentales, beneficios que salen del país, nada para los negros que allí viven.
Mujeres negras, vestidas de blanco, bailando en funerales grandiosos de recuerdo por las víctimas. Sacerdotes negros rezando, niños negros con caras serias, hombres llorosos, tal vez de rabia e impotencia; sí, tal vez se preguntan dónde estaban esas cámaras cuando se manifestaron en contra de la ONU y sus tropas, acusadas por la población de pillajes y malos tratos, en contra de las miles de ONGs que invaden su país sin, al parecer, grandes beneficios para su gente, en contra de esa misma ONU que avala con su presencia el golpe de estado (¿ha habido un golpe de estado en Haití? Es la primera noticia que tengo, nos podrá decir cualquier jefe de informativos occidental) contra el presidente Aristide en 2.004, pergeñado entre EEUU y Francia, y con las tropas de la ONU haciendo el bonito juego sucio; dónde estaban esas cámaras, se preguntan, cuando nuestras asociaciones de campesinos se enfrentaron (y ganaron) a MONSANTO, rechazando su regalo envenenado de semillas TRANS.
No vimos a ninguno de estos cientos de periodistas que vienen ahora al homenaje a los muertos, esos no protestarán, claro. Pero al pueblo haitiano no se les olvida ese olvido, lo recuerdan y eso les sirve para no fiarse demasiado de los que ahora se acercan a echarle una brazo por los hombros, mirando a la cámara, claro, para que quede constancia de que estuvieron allí.
Y, por supuesto, las ONGs: cientos de ellas, miles, debería crearse otra ONG que se dedique, exclusivamente, a contarlas. Más miseria, más pobreza, más hambre y muerte…y más asociaciones sin ánimo de lucro. Pues habrán ido a Haití por otra cosa, porque no parece que los haitianos se estén enterando demasiado de su presencia ni sientan los presuntos beneficios que les traen; a veces los ven pasar, eso sí, a ellos a sus aviones o grandes coches. Y la poca ayuda que llega a la población resulta que suele venir de organismos públicos, como los gobiernos de Cuba y de otros países de la zona.
Y no, no decimos que todas las ONGs presentes en Haití sean así, simplemente afirmamos que a su pueblo les sobra, sin duda, el 90% de esas asociaciones, de esos gobiernos donantes, de esas empresas que se lucran con dichas donaciones, de esas fundaciones de ricos patronos, y de esa caridad de la gente blanca que los ve por la televisión, porque esa nefasta caridad sirve como excusa para mantener la injusticia social y la crueldad con las que este país ha convivido casi desde los días de su independencia, hace más de 200 años, enfrentando entonces, sin esperanza aparente, como ahora sigue ocurriendo, a los invasores blancos. Desde luego que con eso si podemos contar, con la resistencia de las haitianas y los haitianos a los intentos de someterlos por cualquier medio.