Un amigo me habla de que en el Diario Córdoba nos cuentan la historia de Manuel y Antonio, dos personas que están en el paro y que su desesperación les ha llevado a tener que robar para comer, y les pilló la policía, pero por suerte la Cruz Roja les ayudó y no acabaron en la cárcel, con gran tristeza me doy cuenta que empiezan a darse en Córdoba casos de «hurto famélico». Os copio y pego esta historia:
Manuel Moya y Antonio Jurado estuvieron ayer a punto de cometer una locura, fruto de la desesperación. Estos dos desempleados quisieron llamar la atención llevándose un carrito lleno de comida de un centro comercial, pero al final prevaleció la razón y de acabar en los calabozos de la comisaría pasaron a ser recibidos por una asistente de Cruz Roja, organización que les prestó ayuda.
Trabajadores de la construcción, Manuel y Antonio protagonizaron el año pasado una marcha a pie hasta La Zarzuela para pedirle al rey que les encontrara trabajo. «Nos dieron trabajo dos meses y medio y nos taparon la boca», comentaban a la salida del establecimiento. Pero «anoche se acostaron mis hijos sin comer y este (el carrito) es el último recurso que tenemos». A esto se suma que la hipoteca de Manuel la van a ejecutar en unos días –«voy a perder la casa, que es un esfuerzo de toda la vida»–; que ya no reciben ayuda social; que «llevamos un año esperando contestación de la Junta y que la alcaldesa no quiso recibirnos»; empiezan a contar y no acaban.
Así las cosas, a mediodía cargaron un carrito con productos de alimentación y llegaron a la salida, donde les interceptó un vigilante, quien al darle a conocer sus intenciones avisó a la Policía Nacional. Los agentes que acudieron al supermercado hicieron una impecable labor de asesoramiento y consiguieron, después de un buen número de llamadas a entidades de ayuda, que les recibiera por la tarde una asistenta de Cruz Roja. De momento, han recibido un lote de alimentos y el jueves se sentarán a estudiar «las deudas y todo eso, que está muy bien. Pero nosotros lo que queremos es trabajar».
Antes, los policías les comentaron las consecuencias que les supondría si el carrito traspasara las puertas del súper. A lo largo de la conversación con los agentes, los desempleados mostraron documentos de diversos organismos oficiales «diciéndonos que ya nos llamarán, pero nada; después de todo esto –dice señalando un papel de la delegación de Empleo de la Junta fechado en febrero de hace un año– estamos igual o peor».
La crisis ha estado a punto de convertir a dos padres de familia sin trabajo en ladrones y pasar la vergüenza de tener que robar. El hurto famélico, también llamado necesario y que había desaparecido hace años, tiene ya sentencias que condenan a los autores en grado de tentativa. Estos dos hombres estuvieron a punto de entrar en la estadística de Córdoba.
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