Hoy, 10 de diciembre, se cumplen 60 años de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, y la situación actual no invita al optimismo para nada, si analizamos el termómetro mundial de estos derechos:
- La violencia continua contra las mujeres.
- Multitud de países practican la tortura sistemática.
- Los persistentes conflictos armados tienen consecuencias devastadoras para los civiles, y dan lugar a violaciones graves de derechos humanos (homicidios, violencia sexual, niños soldados), ejemplos de estos conflictos los tenemos en Dafur, Somalia, Congo, Afganistan.
- La represión en países como Birmania y China.
- El conflicto de Irak causó en 2007 millares de muertes, terribles mutilaciones y torturas.
- En Palestina, Israel utilizó su poderío militar matando e hiriendo a civiles palestinos. El bloqueo de Gaza, además de una injusticia, es un castigo colectivo a los cerca de 2 millones de habitantes de la Franja que afecta principalmente a los sectores más vulnerables de la población.
- Países, como Estados Unidos, que pisotean continuamente los derechos humanos usando como excusa la seguridad nacional y a veces hasta la defensa de estos derechos (Guantánamo, Abu Ghraib, etc…).
- Y un largo etcétera…
Jimmy Carter, premio Nobel de la Paz en 2002, afirma que «el mundo se halla hoy en el nivel más bajo de cumplimiento de los derechos humanos desde que se aprobó la Declaración Universal en 1948».
«La injusticia, la desigualdad y la impunidad son hoy las marcas distintivas de nuestro mundo» afirma Irene Khan, secretaria general de Amnistía Internacional, que resumió con esta frase la historia de la aplicación de la Declaración de Derechos Humanos.
Kenneth Roth, director de Human Rights Watch, considera que el gran logro de la Declaración logro fue la vigilancia internacional y el coste de los abusos, ya que aunque los gobiernos siempre tendrán la tentación de violar los derechos humanos para quedarse en el poder pero la trascendencia de la Declaración Universal hace que sea mucho más costoso para los gobiernos el recurrir a esas prácticas.
La carta de la Declaración Universal seguirá siendo papel mojado mientras siga existiendo la impunidad de los jefes de Estado que cometen o permiten que se produzcan violaciones de los derechos humanos. El día en que podamos ver sentado en un banquillo de acusados de un Tribunal Internacional a cualquier gobernante, aunque sea de la talla de Blair, Aznar o Bush, habremos dado un gran salto en la aplicación de estos derechos, y a partir de entonces cualquiera se lo pensará dos veces antes de cometer cualquier violación de estos derechos.
Más información: Luces y sombras de 60 años de la Declaración de los Derechos Humanos.
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