Eso le gritaban. Uno le golpeaba sin piedad, mientras el otro grababa con satisfacción la paliza en su móvil. De última generación, por supuesto. VestÃan bien y se movÃan por la ciudad en un deportivo guapÃsimo con la música a toa pastilla. Negaron los hechos cuando fueron detenidos.
Los agredidos por estos ¿bichos? eran ciudadanos españoles que caminaban sin compañÃa. Pero los hay que queman a indigentes en sus camas de cartones o apalean y matan a indefensos inmigrantes en la frialdad de la noche: sobre la humillación de la pobreza y el desarraigo, la degradación del maltrato y la muerte, la constatación de la infinita maldad humana, que en la mayorÃa de los casos queda impune…
Casi seguro que en el colegio, y luego en el instituto, esas malas bestias participaron en talleres de Convivencia en la paz, Inmigración y solidaridad, Todos somos ellas… y esas cosas, que parecen no servir de mucho. Quizás porque los valores no se aprenden teorizando sobre ellos, ni en la celebración de dÃas prefijados, sino del ejemplo que nos brinda la gente que nos rodea. Y no es que esa gente no abunde, pero sobre ellos no se hacen series televisivas, ni canciones, ni video-juegos, ni…
Y, ¿son ejemplares los legisladores que dispusieron las sanciones por agresión? Multa de 900 euros (que, si se declara insolvente, no pagará) al que molÃa a puñetazos al pacÃfico transeúnte, y de 50 al cámara. Por ese precio, ¡vamos, Willy, sonrÃe! Y, una pregunta más inquietante aún: ¿quiénes eligieron a esos legisladores?
Reflexionando sobre estas cosas en clase, un alumno, hasta entonces silencioso, afimó rotundo: todas esas cosas de los valores son â??pegosâ?; las cosas sólo se aprenden sintiéndolas. Si esa gente supiera que si los trincan los desloman a palos en la comisarÃa, se le quitaban las ganas de juerguecitas… Pero como aquà nadie hace nada, pues cada uno se jode cuando le toca.
Cada uno se jode. Valores. Leyes. Indiferencia y desprecio -a veces, placer- ante el sufrimiento ajeno.
Vamos a escribir qué pensamos sobre la insolidaridad humana, sobre nuestra anestesia moral. ¿Cuáles creéis que pueden ser las causas?
J.A. Pérez Guillén
Querido Jose Antonio:Tenemos que reflexionar todos sobre lo que está ocurriendo con nuestros jóvenes. La falta de valores es evidente y creo que los educadores tenemos mucho que aportar. No sólo se trata de ir a clase a enseñar nuestra materia,lo cual está muy bien,sino de comprometernos aportando nuestro granito de arena dialogando con ellos y haciéndoles ver que no todo es lícito y que el ser humano se rige por parámeros bien diferentes a los de los animales.
Se que es una terea ardua y lenta,porque todo está demasiado viciado ,pero yo no pierdo la esperanza de que el futuro va a cambiar y por supuesto pensar que no todos los jóvenes son así, son sólo unos pocos, ya que ,afortunadamente, la mayoría sí saben lo que quieren y esto no es ni la insolidaridad ni la falta de respeto por los demás.
¡ Sigamos reflexionando !
La violencia es una realidad dentro de las aulas, pero sobre todo fuera de ellas. No soy educador, aunque a menudo intento que mi trabajo lleve implícito de forma transversal la educación en valores. ¿Cómo se hace esto? Eso es lo más difícil pero cierto es que debemos empezar por nuestras propias actitudes ante los/as jóvenes con los que trabajamos.
No olvidemos que tenemos un modelo social en crisis, que la familia no es que esté desestructurada, sino que debemos ir asumiendo con normalidad nuevos modelos de familias con nuevos valores implícitos en estos modelos. Por lo tanto tenemos que ir asumiendo también unos nuevos jóvenes que se derivan de esta nueva situación social en crisis.
No pienso, bien es cierto, que tengamos jóvenes muy diferentes a los de hace 10 años, cuando yo estudiaba en un instituto, más bien, tenemos jóvenes que no creen en sus posibilidades, profundamente desorientados, ya que caba vez tienen más opciones, y a menudo sin referentes firmes ni claros. y lo digo de buena tinta por el hecho de que mi trato con jóvenes es casi de igual a igual, y por eso mi accesibilidad a lo que sienten y a lo que piensan es más fácil y cercana, y es por ello por lo que me atrevo a hacer este pequeño «diagnósitco» de lo que vivo con ellos/as.
Dejémosnos pues de dualidades morales que son tan peligrosas, y por supuesto de generalizaciones. Los jóvenes son malos, los jóvenes son violentos, los jóvenes son vagos… Basta ya de estas afirmaciones, la juventud, como cualquier franja de edad social, es diversa, cada vez más, y te encuentras de todo. Lo que sucedees que los adultos parece que nos creemos capaces de cuestionarlo todo sobre los jóvenes, sin dejar que sean ellos los que den su palabra.
Os animo, chicos/as a debatir sobre esto.
Creo que estamos ante un fenómeno sociológico nuevo para el que el sistema actual no está aún preparado. No se de qué o quien será la culpa de que estos jóvenes actuasen como animales sin corazón, a veces pienso que una de las causas es lo poca inversión de tiempo por parte de padres en los hijos y el hecho de querer darle todo pero en ocasiones sin exigirles que asuman responsabilidades, compromisos y sin transmitirles un código moral y ético que tienen que aprender fuera de casa, y en muchos casos posiblemente que lo que reciben de colegios e institutos no compense lo que no reciben en casa.
Creo que lo talleres de «Convivencia en la paz, Inmigración y solidaridad, Todos somos ellas, …» son importantes y estoy seguro de que contribuyen a formar mejores personas, pero SÃ?LO con esto NO BASTA.
Oportuno artÃculo que coincide con mis propias reflexiones de estos dÃas. No soy maestra, aunque asà me llaman a veces. Voy por los institutos dando talleres sobre derechos humanos y en ocasiones (como ahora) me desmoralizo porque observo comportamientos y comentarios en las aulas que me hacen preguntarme qué estoy haciendo y si realmente sirve de algo. Quizás soy demasiado dura o exigente y no deberÃa fijarme sólo en los casos a los que no les llega el mensaje, pero es que creo que es en esos casos â??perdidosâ? donde está el reto, el verdadero trabajo por hacer, porque si no, son estos los que acabarán diciéndole a un tal Willy que sonrÃa. ¿Cómo se llega a estos chicos? Porque se puede llegar, eso creo verdaderamente, pero no con el lenguaje y los métodos convencionales sino de otra forma. No tengo apenas formación pedagógica, aunque sà algo de intuición, de modo que mi sistema no puede ser otro que el de experimentar y apuntar en mi mente lo que funcione, aunque sea sólo por una vez.
Y si existe algún manual, por favor, decidme dónde lo puedo conseguir.