A pesar de los convenios internacionales, la actividad sindical sigue siendo de alto riesgo en muchos paÃses. Los informes anuales de la Confederación Internacional de Organizaciones Sindicales Libres (CIOSL) dan cuenta de ello. El del año 2000 registraba violaciones de los derechos sindicales fundamentales en 113 paÃses; un año después, la entidad afirmaba que â??la tendencia a graves violaciones está incuestionablemente en alzaâ?.
Tan sólo durante el año 2000 se asesinaron, se declararon como desaparecidos o se suicidaron aproximadamente 210 sindicalistas que habÃan sido amenazados; 2.931 fueron golpeados, heridos o torturados y 19.539 despedidos sin causa justa. Se reprimieron 326 huelgas y manifestaciones. Además, hubo numerosas intervenciones gubernamentales (271) y restricciones al derecho de huelga (113).
El informe advertÃa sobre el empeoramiento de la situación de los derechos sindicales en todo el mundo, incluso en los paÃses de la Organización de Cooperación y Desarrollo Económico (OCDE). En términos más discretos, la Organización Internacional del Trabajo (OIT) brinda un testimonio idéntico.
La globalización liberal exacerba este proceso. Al instalar a las empresas en un estado de guerra económica de escala planetaria, legitima aún más las prohibiciones y maniobras represivas. Los derechos fundamentales de organización, negociación y huelga son cuestionados mucho más cuando aumenta la distancia entre centros de producción y centros de decisión estratégica. Esta evolución es obviamente desigual según los continentes, las historias nacionales y las relaciones de fuerza. Se induce a los paÃses sujetos a programas de ajuste estructural del Fondo Monetario Internacional (FMI) a considerar las pretensiones sociales como incompatibles con las condiciones que se requiere cumplir para el pago de la deuda pública. En los paÃses de Europa Central y Oriental, donde se quebró el monopolio del Estado, las nuevas estructuras sindicales vieron generalmente reducidos sus derechos.
Por otro lado, el estado de no-derecho sigue siendo moneda corriente en los paÃses donde se produjo la explosión del trabajo informal, con bajos salarios, malas condiciones laborales, sobreexplotación de mujeres y niños. Situaciones, todas ellas, consideradas por las multinacionales como â??ventajas comparativasâ?. Lo mismo sucede con los agricultores, quienes en general tienen prohibida la organización, asà como con las asalariados de las zonas francas, cuya actividad se considera demasiado â??vitalâ? como para que pueda ser â??obstaculizadaâ? por el respeto del derecho.
Por último, hay que señalar que todas estas discriminaciones están fuertemente marcadas por el género. La subcontrtación, el trabajo temporal u ocasional, los empleos de tiempo parcial y las actividades informales tienen mayor incidencia entre las mujeres. En las industrias dedicadas a la exportación, el trabajo femenino se concentra generalmente en la jerarquÃa profesional más baja, donde el empleo es menos seguro. Las mujeres son mayorÃa en las actividades no sindicalizadas, allà donde la seguridad y la protección son escasas, o incluso inexistentes. Todo eso alimenta el ciclo familiar de la pobreza.
Documento extraÃdo de El Atlas de Le Monde Diplomatique.
MarÃa San Juan (profesora de filosofÃa) .