Nada de desenterrar los muertos,
nada de abrir las cunetas.
Debe respetarse la sagrada
la paz de los cementerios.
No debe llamarse a la puertas
de los cuarteles ni de los juzgados,
es delito preguntar
y sólo un sueño
esperar recibir respuestas.
Los señores están tranquilos en sus salones
y no permiten
que sus esclavos
les levanten la voz.
Las preguntas las hicieron ellos,
son ellos los que derribaban las puertas,
golpeaban los rostros
y quemaban las esperanzas.
La petición de cuentas
yace enterrada,
es un podrido cadáver
que nunca debe ser removido.
Los enterradores
duermen tranquilos,
el obligado olvido
cubre los cuerpos.
Por Jesús García Pedrajas