Hace algunos meses tuve que viajar a Sevilla desde Córdoba por motivos laborales, y me encontré con una conocida que se dedica al mundo de la política (no diré quién) que casualmente también viajaba en el mismo tren (AVE) que yo y también por motivos laborales (asistía al Parlamento). Nos saludamos y charlamos mientras bajábamos las escaleras, pero al llegar al andén ella se paró donde ponía Clase Club, que como sabréis son asientos destinados a viajeros VIP que valen bastantes más caros de lo habitual, y le gasté una broma diciendo «¡te cambio el sitio!», ella se rió y me dijo que «es un pego que nosotros viajemos con estos billetes para gente tan pudiente», pero aún así se montó en el vagón destinado a los viajeros VIP y seguramente le pasaría la correspondiente factura a quien fuera para que se la reintegrase sacando el dinero de las arcas públicas a las que todos contribuimos con nuestros impuestos.
Este hecho me hizo pensar acerca de lo poco consecuentes que son nuestros políticos con lo que predican, en como malgastan el dinero público en «pegos» para satisfacer sus egos personales y en decisiones no meditadas, y me hizo dudar (aún más) de sus valores morales, de su eficacia y de si son una carga para nosotros en vez de medios para encontrar soluciones a los problemas de nuestra sociedad.
Siempre he pensado que una persona que se dedique a la política tendría que ser alguien con una escala de valores muy clara, honrada, recta, que predique con el ejemplo y sobre todo con una gran capacidad de sacrificio por los demás, que son por quienes se supone trabaja.
Sin embargo parece que o bien yo estoy muy equivocado o la realidad no es como debería ser, ya que, salvo honrosas excepciones, la clase política «profesional» anda buscando acceder al poder para moverse en los círculos de poder y así conseguir más poder todavía, y paulatinamente van perdiendo el contacto con los humildes mortales y con las personas que tienen los problemas por los que pagamos a nuestros políticos para que los resuelvan, siendo su única referencia los círculos de clase VIP que se dicen representar a los sectores de nuestra sociedad (empresarios, sindicatos, etc…) que adolecen de lo mismo o que sólo buscan sus intereses personales.
Y a las pruebas me remito, todos conocemos empresarios que militan en ciertos partidos con la intención de hacerse amigos que les faciliten el acceso a subvenciones y contratos públicos, y además lo consiguen, tenemos cargos públicos que gastan a todo trapo, diputados que no asisten al Congreso cuando hay que madrugar, y otros que apenas asisten porque invierten su tiempo en actividades privadas que les reportan cuantiosas sumas monetarias a pesar de que la ley dice que deben dedicarse a su cargo con dedicación absoluta.
¿Y estos son los que tiene que sacarnos de la crisis, modernizar nuestro país, gestionar nuestras pensiones, mejorar nuestra educación, sanidad y velar por los intereses de nuestra sociedad?. Dios me pille confesado.
Creo que son estas cosas las que hacen que las personas que quieren aportar su grano de arena para contribuir a un mundo mejor prefieren integrarse en otros movimientos asociativos como las ONGs, mucho más sanas, honestas y eficaces que la clase política, sólo espero que nunca lleguen a ser vistas como un medio para acceder al poder como ha pasado con la política de partidos.